Uno de los paradigmas que ha dominado nuestra actual civilización moderna y que ha regido nuestro comportamiento y nuestras relaciones, es el que postula que lo que nos hace humanos es la razón, nuestra capacidad de razonamiento, dejando entonces en un segundo plano nuestras emociones y nuestro cuerpo, al punto de quedar totalmente fragmentados.
Vivimos en nuestras cabezas, pensamos todo el tiempo, apenas nos permitimos sentir y con el paso del tiempo vamos perdiendo nuestra flexibilidad corporal, llegando a la vejez duros, entumecidos, casi sin poder movernos. Queríamos tener la razón todo el tiempo y lo hemos logrado: la rigidez de nuestro pensamiento se ha materializado en la rigidez de nuestro cuerpo.
Cierta vez, los habitantes de una pequeña ciudad esperaban ansiosos la llegada de un sabio. Ellos habían estado discutiendo y preparando durante mucho tiempo las preguntas que le harían.
Al llegar, el sabio notó la tensión que había en la gente por las expectativas que tenían sobre las respuestas que esperaban. Entonces se limitó a mirarlos en silencio, y comenzó a tararear una canción y todos comenzaron a tararear. Pronto se puso a cantar y todos hicieron lo mismo. Luego comenzó a danzar y todos lo siguieron haciendo lo mismo.
Al cabo de un rato, todo el mundo había olvidado las preguntas y se encontraban felices danzando. Una vez liberados de la tensión, se sentaron en una silenciosa paz a escucharlo, y el sabio sólo dijo: «Espero haber respondido a todas sus preguntas»
Las respuestas aparecen cuando se aquieta la mente. Aprendé a mover el cuerpo para aquietar la mente y liberar tus emociones. De este modo las respuestas que encuentres, no vendrán de la actividad del pensamiento que nos fragmenta, sino del corazón que nos une.
¡Abrazos al corazón!
Alex Vales