Claves para pensar y hablar con el Corazón - Alex Vales

Una persona que habla desde el corazón, además de ser «amable» y «cordial», es una persona «prudente». La palabra latina Prudentia deriva de «Providentia» (acción de proveer y de prever). Una persona prudente tiene una mirada amplia de las cosas, que le permite conocer todos los aspectos de un asunto antes de decidir lo que le conviene hacer. Se toma tiempo para escuchar todos los argumentos y nunca actúa apresuradamente.

Esta mirada global y abarcativa sólo es posible cuando se piensa con el corazón, dando como resultado un «fino» sentido de percepción al que no se le escapa nada. Las personas toscas sólo observan la realidad en su aspecto más superficial. El refinamiento de las ideas a través de una contemplación paciente y amorosa, traspasa las capas superficiales y llega a un conocimiento profundo de las cosas.

«Lo esencial es invisible a los ojos» (El Principito)

Sólo cuando nuestra mente está en balance, es decir que no rechaza «lo malo» o persigue «lo bueno» (ambos juicios de valor que resultan de nuestra percepción dual de la realidad y que al excluirse mutuamente la dividen) se abre nuestro corazón y descubrimos la «unidad esencial» en todas las cosas; a eso le llamamos la «experiencia del amor» que todo lo integra, todo lo comprende.

Es interesante observar que la palabra «amar» en alemán lieben deriva de la raíz liob que significa «bueno»; asimismo está relacionada con la palabra glauben (Creer), que significa «ver bien» y con loben (Alabar), que significa «hablar bien de alguien o de algo».

Pensar con el corazón nos permite «ver lo bueno que hay en las personas y creer en lo mejor de ellas».

Al contrario, enfocarnos en lo negativo que vemos de las personas, nos separa de ellas y al querer cambiarlas nos lleva a la guerra, a la división, al odio, a la decepción y muchas veces a la muerte, sin darnos cuenta que estamos matando en ella lo oscuro que hay en nosotros.